Impronta


Impronta: Proceso de aprendizaje que tiene lugar en los animales jóvenes durante un corto período de receptividad, del que resulta una forma estereotipada de reacción frente a un modelo, que puede ser otro ser vivo o un juguete mecánico.
Diccionario R.A.E.

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Falconcrag Giocoso X Whispering Wave of Gentle Mind

Primavera en Zaragoza

Amar a un perro


Para empezar, digamos que el 80% de las personas que te rodean no lo entiende o, directamente, ni se te ocurre contárselo para no arruinar (aun más) tu imagen. Te lo callas como buenamente puedes. Para continuar, llega un punto en el que ni tú mismo lo entiendes, y te sorprendes repitiendo mentalmente, como un mantra, las mismas frases hechas en una desesperada búsqueda de consuelo: “vivió muy bien”, “es algo natural, era muy viejo”, “agotó su esperanza de vida”, “cuántos quisieran estar así de cuidados”, etc. Como no consigues mucho, la siguiente etapa es proseguir con la infinita lista de desgracias que hay a tu alrededor en un intento desesperado de relativizar tu malestar y recordarte lo diminuto que eres frente al Sufrir con Mayúsculas.
Pero no logras nada.
Para colmo, nunca falta quien, con torpe buena intención –ahora que lo pienso, casi todas las buenas intenciones esconden cierta torpeza- te dice que te compres/adoptes otro, como si se tratara de un ordenador obsoleto o una camiseta raída. Y eso que a partir de cierta edad ya sabes muy bien lo que es una pérdida, porque con cuarenta y tantos (¡tantos!) uno ya ha visto desfilar hacia el precipicio desde seres queridos a ideales, pasando por sueños y efímeras amistades o relaciones que en su día creíste eternas.
Da igual.
Es un hueco muy difícil de llenar, porque, como suele ser habitual, hasta que no falta el cuadro no eres consciente del tamaño del vacío que queda en la pared. De pronto te das cuenta de que te has pasado los últimos quince años siendo observado a cada instante, y recibiendo no solo su aprobación, sino su entusiasmo ante la más simple de tus actuaciones. A Mino le encantaba que me sentara un rato en el sillón, por ejemplo, y lo celebraba efusivamente; la felicidad con menos es imposible. Me entregaba su entusiasmo sin interrupciones ni condicionantes. A ver quién se resiste ante tamaña adoración: una estrategia generadora de dependencia emocional perfecta.
También descubres que todos, absolutamente todos los días de su vida, que sólo ha compartido con la tuya, te ha hecho reír, te ha sacado a pasear y ha necesitado de tus cuidados. Otra trampa psicológica muy potente: dependen de nosotros día sí, día también, y nos convertimos en felices samaritanos, recompensados con sus lametones y zalamerías. Por eso, lo primero que me pregunté a la mañana siguiente de que muriera, mi primera mañana sin perro en más de quince años, fueron esas cuestiones: y ahora, ¿con quién paseo? ¿quién me va a hacer reír? ¿qué hago con esta tristeza inexplicable?
El ser testigo del ciclo completo de la vida de un perro, además, me reafirmó en un par de detalles que ya intuía: por un lado, constatas que envejecer es una putada muy gorda, pero por otro te das cuenta de que la juventud está sobrevalorada. Youtube estará lleno de vídeos de monerías de cachorros, y los buzones de entrada de medio planeta de cursilísimos powerpoints de perritos y gatitos, pero desde la experiencia os digo que no hay nada como un perro maduro. Mayor. Viejo. Anciano. El proceso de conocimiento mutuo que empieza el día en que el cachorro llega a casa, con el transcurrir de los años se convierte en un intercambio comunicativo que a mí nunca ha dejado de fascinarme. No tiene comparación. Somos dos especies, afortunadamente, condenadas a comprendernos.
Nunca supe muy bien cómo –ni lo quiero saber: estoy harto de que me desvelen los trucos y tramoyas de la magia- pero llegué a conocer su estado simplemente con echarle una mirada de soslayo. Analicé mil veces el proceso: que si el lenguaje corporal, que si la expresión facial… Me parecía milagroso que en tan escaso cuerpecillo (mi perro pesaba poco más de tres kilos) y con la expresión facial muy limitada por tratarse, ejem, de un bicho muy peludo, pudiera comunicar tan claramente su estado. Al final llegué a la conclusión de que todo se reducía a la mirada, aunque me gusta creer que había una conexión invisible, esotérica, fruto de los años de mutua observación y también de siglos de convivencia canina/humana, que nos facilitaba el entendimiento.
Y no quiero que ningún biólogo me apee de mi ilusión.
Es verdad que muchos pensarán que las emociones de un perro son muy limitadas y que no debemos “humanizarlos” –yo lo pienso- pero es imposible no asociar sus estados de ánimo con los que nosotros mismos sentimos, así que al final el vocabulario que empleamos es muy similar. Mino era cariñoso, independiente, celoso, digno, tenía un notable afán de protagonismo en ciertas situaciones, era testarudo en los paseos, le molestaban las visitas ruidosas y sentía un especial afecto por la gente mayor. No era caprichoso con la comida, ni pedigüeño, ni reservado con las personas, pero ante situaciones nuevas parecía “reflexionar” sobre ellas y sabía dejar perfectamente claras sus preferencias. Transmitía una aplastante seguridad en sí mismo, y no se me ocurren otros términos para expresarlo. Era así, y dispuse de más de quince años para comprobarlo. Su comunicación conmigo era bastante básica, lo acepto, y se limitaba a “tengo hambre”, “quiero salir”, “estoy feliz”, “esta persona no me gusta”, “me duele algo”… en resumidas cuentas, todo se reducía a un “estoy bien” o “estoy mal”, pero cuando llegué a tan pueril conclusión me di cuenta de que también mis infinitos estados de ánimo, por muy racional que yo sea, se podrían concentrar en esos dos, con la diferencia de que en el día a día él me ganaba por goleada en los positivos.
Y ese es otro tema.
Porque si algo nos enseña el convivir con un perro es su aprecio del instante, su disfrute del ahora y lo útil que es vivir en cierta ignorancia de lo que pasó ayer y sin la presión de lo que acontecerá mañana. Yo todavía estoy en primero de Pensamiento Canino, y con unas cuantas asignaturas pendientes. Pero no descarto graduarme antes de que la vida me gradúe a mí. Siendo ya muy viejo, Mino además me enseñó que los males del cuerpo se pueden sobrellevar si uno es feliz con su día a día y no les hace demasiado caso. No ocurre así con los del alma, claro.
En sus últimos tiempos padecía del corazón, sufría una evidente artrosis y cualquier sobresalto –la simple alegría de recibirme o reconocer a alguien querido- le hacía toser y respirar con bastante dificultad. Eso sí, a pesar de perder fácilmente el aliento, no perdía el buen humor: era capaz de mostrarse contento por la llegada de mi hermana, por ejemplo, al mismo tiempo que prácticamente se asfixiaba delante de mis angustiados ojos. Literalmente sufría de un corazón dilatado, enorme, y desde luego no pude imaginar dolencia que, metafóricamente, fuera más adecuada para él. Sin embargo, y a pesar de las noches sin dormir, de las mil y una atenciones que le prodigué sin esfuerzo ninguno, solamente tuve claro que se acercaba el final cuando desapareció esa alegría de vivir innata que asociamos a los perros.
Siempre hablo de “perros”, en general, aunque yo no he conocido otro perro que no fuera Mino. Parafraseando un precioso artículo que escribió hace tiempo Elvira Lindo sobre su también más que maduro yorkshire, cuando Mino llegó a mi vida yo no tenía ni idea de canes, pero al final de sus días creo poder afirmar que lo sabía casi todo. Ellos dependen en exclusiva de los sentidos, a falta de un raciocinio que los dirija, y cuando fallan los sentidos, la desorientación y el pánico pueden ser habituales. A Mino, lamentablemente, le pasó.
Esto me lo explicó, haciendo gala de una gran profesionalidad y sensibilidad, Adela, su veterinaria. Fue una decisión muy difícil. En realidad la palabra “decisión” no es adecuada porque no había opciones entre las que elegir. Más bien una actuación difícil. No he tenido nunca ganas de comentarla, ni mucho menos de escribir sobre ella hasta ahora. No me he sentido cómodo. A la única persona a la que hablé del tema fue a una amiga, psicoterapeuta, a la que pillé a traición. Ella me hizo la observación –bienintencionada, de nuevo- de que lo que yo, en lo más íntimo, percibía como egoísmo era en realidad generosidad por mi parte al ahorrarle días de sufrimiento y agonía. Sin duda es así, pero no es fácil de asimilar, os lo aseguro.
Mino descansa en el jardín de la casa en la que, durante bastantes años, persiguió gatos con tenacidad. En el patio en el que le cepillé millones de veces y en el que en muchas ocasiones jugamos al escondite. Era el único juego en el que se involucraba; yo me escondía y él me buscaba con ahínco, siempre desconcertado ante la posibilidad de perderme de vista. Nunca logré que mostrara el más mínimo interés por recoger palos ni nada por el estilo, ni me importó. No tengo vocación de adiestrador canino, qué le vamos a hacer.
Era una mañana absolutamente gris y fría de noviembre, y le enterré envuelto en su manta. Tenía el pelo brillante, inmaculadamente cepillado; sorprendentemente el deterioro físico nunca afectó a su aspecto. Con él sentí que enterraba una parte de mis vivencias, no sé si pequeña o grande pero sí única.
Los dueños de perros solemos ponernos pesadísimos con las andanzas de nuestros canes. Me atrevo a afirmar que podemos resultar aun más cargantes que unos padres primerizos compartiendo los balbuceos de su retoño. No era mi intención con este texto, que supongo que repelerá y aburrirá a partes iguales a muchas personas ajenas al tema; no me importa. Lo bueno de haber convivido con un perro es que también te enseñan a darte la vuelta dignamente ante algo o alguien que no te interesa o a quien no interesas, sin remordimientos ni rencor.
El único tópico en el que no caí cuando me quedé sin perrito que me ladrara fue el de afirmar que nunca volvería a tener un chucho. Tenía muy claro que se vive mejor con perro que sin él, pero he tenido que esquivar algunos intentos –sí, otra vez bienintencionados, desde luego- de personas queridas de que tuviera otro antes de sentir que era el momento adecuado. Sabía que llegaría, pero no quería apresurarme. Por suerte, ese momento ha llegado, o más bien, llegará en breve, y esta vez sí que me apetece compartir mis experiencias caninas con vosotros.
Y eso que, una vez más, siento que no sé nada de perros y que me va a tocar aprenderlo todo de nuevo.

Goyo Bustos Carabias
Publicado en http://www.allegramag.com/   

Dog, cat and rat



Este vídeo muestra a un hombre sin hogar que vive en las calles de Santa Bárbara (California, USA) con sus mascotas. Todos los días está en la calle State, y la gente le da dinero por sacarles fotos. Los animales están bien alimentados y son muy mansos y sociables. Son una familia. El hombre le hizo un arnés al gato para que el perro pudiera llevarlo y no tuviera que caminar tanto. En algún momento apareció el ratón, y viendo que ninguno se lo quiso comer, se sumó a la familia. 
El hombre cuenta que una vez alguien le ofreció 20 dólares si le dejaba sacar una foto a sus mascotas, y desde ese momento, los cuatro "trabajan" en la calle. 
El alcalde de Santa Bárbara filmó este vídeo y se lo envió a sus amigos y contactos como saludo de Navidad.

Cachorros




Ayer vino Fabiana para ver la camada de Koko. Quiso conocer a su próximo perro y a su familia. También les hizo un montón de fotos y me ha enviado estas.

Hablando de arreglos


Chelines Chaparral. Schnauzer Miniatura Sal y Pimienta por Mia Ejerstad

Emociones fuertes


No es país para whippets

Cap de Lourbu

Este último fin de semana queríamos haberlo pasado en Urdos (Francia), tenemos muchas cosas que hacer en casa y no demasiados fines de semana libres. Pero ya ven, no estaba la cosa para salir a pasear con los whippets.

... el perro o el arreglo


Hace unos meses, al hablar de sus perros favoritos, Alberto Velasco ya destacó a este wire fox terrier:

"Criado por Agneta Astrom de Suecia, una gran criadora de fox terrier desde 1983. Nacido en 2007, es el fox (no criado por mí) que más me ha llamado la atención en estos últimos años."

Ayer, encontré este par de fotos excepcionales de Ch. Cripsy Legacy, y quería que ustedes las disfrutaran también. No sé qué me gusta más: si el perro o el arreglo.

Chorrada


No soy nada aficionado a leer chorradas de esas que envían los ociosos por correo electrónico. Las borro sin ojearlas siquiera. Hoy he hecho una excepción, una estimada amiga me ha enviado la chorrada siguiente:

1- El arquitecto ordenó a su perro: 
¡Building, muestra tus habilidades! 
El perro agarró un martillo, unas tablas y se armó el solo una perrera. 
Todos admitieron que era increíble. 

2-El contable dijo que su perro podía hacer algo mejor: 
¡Cash Flow , muestra tus habilidades! 
El perro fué a la cocina, volvió con 24 galletas y las dividió en 8 pilas de 3 galletitas cada una. 
Todos admitieron que era genial.. 

3- El químico dijo que su perro podía hacer algo aún mejor: 
¡Peróxido , muestra tus habilidades! 
Peróxido caminó hasta la nevera, tomó un litro de leche, peló un plátano, usó la licuadora y se hizo un batido. 
Todos aceptaron que era impresionante. 

4- El informático sabía que podía ganarles a todos: 
¡Megabyte , hazlo! 
Megabyte atravesó el cuarto, encendió el ordenador, controló si tenía virus, mejoró el sistema operativo, mandó un e-mail e instaló un juego excelente. Todos sabían que esto era muy difícil de superar. 

Miraron de reojo al político y le dijeron: 
Y su perro, ¿qué puede hacer...? 

5- El político llamó a su perro y dijo: 
¡Diputado , muestra tus habilidades! 
Diputado se levantó de un salto, 
se comió las galletas, 
se tomó el batido, 
cagó en la alfombra, 
borró todos los archivos del ordenador, 
dió por culo a los otros cuatro perros, 
ocupó la perrera con un título de propiedad falso y alegó inmunidad parlamentaria.... 

¡Volando voy!


Los de Facebook han debido de leer por aquí mis opiniones sobre su "apestosa secta", y me han castigado durante una semana. No había manera de entrar en mi cuenta. No importa. Como verán, he sobrevivido.
La única alegría, la mayor sorpresa que he recibido al entrar de nuevo, ha sido esta foto de Quique con Alpheratz Just Do It. ¡Impresionante!

Ya lo dijimos aquí: Uno entre un millón.